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Mostrando entradas de 2007

MICRORELATOS

“Hasta siempre Vladimir”. 26.octubre.07 Hasta siempre, Vladimir, resuena en mi corazón al leer tu nombre en aquel viejo papel. Me reclino sobre el butacón, cierro los ojos y me dispongo a caminar –otra vez- por los callejones del tiempo. Rememoro nuestra primera mirada, nuestras risas cómplices, nuestro primer beso… así, toda la vida, recordándote al nombrarte, soñando que algún día volverás a rondar el balcón de mis inquietudes. Pero nos venció el miedo y, aun hoy, vislumbro la sombra de mi felicidad perderse entre mis labios, cobijándose junto al arrepentimiento, cada vez que doblo la esquela que recubre tu vieja fotografía.

Las cuentas de mi Rosario

Dejaste la puerta de tu pequeña iglesia entreabierta, y sé que la dejaste así adrede; sólo lograba verte de perfil, pero el susurro de tu voz hizo que esa puerta se abriera, invitándome a hacerlo de frente. Indeciso y casi de puntillas acepté Tu invitación, sentándome, eso sí, en uno de los últimos bancos. Ya tendríamos tiempo de ir cogiendo más confianza. No sabía muy bien lo que iba a decirte. Tampoco sabía muy bien lo que Tú me responderías, así que dejé que el silencio se adueñara de nuestro encuentro; de esta forma comencé a observarlo todo: observé tus bancos, tu altar, tu pedestal; observé tu rosario, tu manos, tu boca... hasta que mi mirada se detuvo en la tuya, convirtiéndose, desde aquel día, en el faro que guía el rumbo de mis pasos cuando en el horizonte de mi vida se atisban temporales. Así fue como nuestra historia comenzó, discreta y pausadamente. Una historia en donde las miradas se buscan y las palabras sobran. Para escuchar al corazón, uno tiene que guardar silencio,

A nuestro Padre Jesús de la Salud. Los Gitanos.

Y de nuevo ante ti, la garganta se me seca, las palabras balbucean, y el corazón se me acelera; y al perderme en tu mirada, buscándome en tu consuelo, me doy cuenta de que no soy nada, solo uno más, que desde el suelo, de nuevo te pide favores, en nuestro fugaz reencuentro; pero soy incapaz de escucharme, soy incapaz de estar atento, por que me embeleso en tus manos, y en tu andar de Nazareno. Y entonces elevo mi oración, y desfila mi arrepentimiento, dejando que las lágrimas sean, testigo de nuestro encuentro; Pero por más que intento concentrarme, mis palabras se las lleva el viento, por que empiezo a soñar, que de madrugada, volviste a mostrar tu magisterio; que las manecillas se detuvieron, en los confines del tiempo, que de fondo sonaría “saeta”, y que rompías los sentimientos, al pasearte por las callejuelas que rodean a tu templo. Déjame Padre ser, el confidente de tus lamentos, déjame Padre que sea, el pedestal que pisas en tu sufrimiento, déjame que sea la cruz que abrazas a c

Volvi a tí

“Yo soy salesiano, salesiano del Oratorio”. Esa frase la he llevado a gala toda la vida, y es gracias a María Auxiliadora. Desde pequeño Ella siempre ha guardado con celo las huellas que mis pies han ido dejando en el camino, y desde bien pequeño, sabía que jamás estaría perdido, por que Ella sería siempre mi faro. Y hace unos días volví a ti. Aun lo pienso, y me quedo inmóvil, con la mirada perdida, dibujándose una sonrisa en mi cara porque, después de muchos años, volví a ti; y por que quiero dejarlo claro, he vuelto a mi casa, al patio donde eché los dientes, a las clases donde aprendí a leer y a escribir, a los pórticos donde me fui haciendo mayor,... y a tu capilla, ese rincón del colegio que siempre está abierto, y donde Tú lo iluminas todo. Y hoy quiero darte las gracias, por que Tú has querido darme el regalo mas grande jamás envuelto, por que he sido feliz el tiempo que he estado a tu lado, por que me he sentido útil, por que he vuelto a soñar y a respirar estando a tu lado, y