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Mostrando entradas de marzo, 2013

Santo Tomás era del sur.

       Buceando estos últimos días de cuaresma entre las leyendas y los mitos que cuentan sobre las gentes del sur y nuestra peculiar manera de vivir la vida, me ha venido a la cabeza aquella vieja historia que mi abuela me contaba sobre los vientos y las veletas. Solía relatármela cuando la primavera caminaba aun de puntillas sobre el mes de marzo, en ese instante en el que las horas del mediodía iban a buscarse al espejo de la gracia para ajustarse su traje de cortejo con el que comenzar a alterar los corazones más apocados. La abuela Teresa acomodaba sus arrugas sobre su cansado hábito carmelita para dibujarme, sobre los ejes cartesianos de su delantal de cuadros, cómo los vientos del lugar iban robándole besos y caricias a unas veletas que giraban desesperadamente sobre sus propios ejes intentando desanclarse de sus forjados destinos.    Según ella me contaba esta era la manera que tenía la brisa de rellenar sus alforjas de recuerdos con los que poder respirar ca

Se traspasan sentimientos

                Muchos de esos que reclaman a los cielos de Curtidores “ otra madrugá ”, apenas saben de sus secretos, raras veces se detienen a contemplar el dolor acompasado por la historia y desconocen -porque no tienen suficientes moratones aun en sus rodillas-, quien es la que acuna lágrimas en Cristina. Muchos de esos que se llaman “hijos suyos”, apenas conocen a una Madre que sigue callada por los recuerdos de una herida que no dejamos que cicatrice, raras veces levanta la voz ante los gritos de los cobardes y es capaz de silenciar, con una simple mirada, al mismo dueño del tiempo cuando éste pretende elevar su palabra por encima de los vencejos que rondan la tarde. Muchos de esos que posan en sus labios promesas que se ahogan al corretear las aceras, apenas pueden sostener ese nombre en sus gargantas, raras veces vuelven su cabeza hacia el patio de los refugios y desconocen que los arcanos de la noche se esconden en faroles y horquillas.    Pero ahí está Ella,

El día D.

El pasado veintiocho de febrero la comunidad autónoma andaluza se levantó de la cama orgullosa, altanera, eufórica, con la sonrisa en sus calles y saboreando el acento en cada saludo, en cada desayuno, sabedora en su interior de que todo el mundo la buscaría  a lo largo de ese día para volver a mirarla con anhelo y envidia. Anhelo porque saben que el sol se refleja de manera distinta sobre nuestras celosías y azoteas, y envidia porque los andaluces, en el fondo, somos un pueblo que sabe vivir muy bien, que se toma la vida con sorbos de gracia y con un age que ya quisieran otros y que para mayor regodeo de nuestro ego íbamos a disfrutar de un puente de cuatro días de esos que quitan el hipo sólo de pensarlo. Es lo que tiene ser andaluz y son los beneficios que nos da el respirar el aire que se pierde por la Baja Andalucía. Pero una semana después, ese sentimiento autonómico que nos hinchaba el pecho se ha ido esfumando de nuestros pulmones; y por las arterias de las c

Hace unas semanas...

Hace unas semanas volví a visitar el corazón de vuestra ciudad, ese latido acompasado por el almíbar y endulzado por el aroma de la historia, y paseando por sus calles tuve la sensación de empequeñecer a cada paso que daba entre callejuelas y naranjos. Hace unas semanas necesité escuchar de nuevo los crujidos de la memoria, recorrer los recuerdos que dejé anclado tras cada farola, tras cada esquina y buscar ese trozo de mí que se quedó a vivir entre las sombras de vuestro aire.   Hace unas semanas agaché de nuevo mi cabeza en señal de respeto cuando rondé  esas murallas donde dormitan las leyendas y donde tantos y tantos besos son robados a la noche cuando expira una nueva madrugada. Hace unas semanas… Sevilla y yo tenemos cuentas pendientes. Ella sabe que huí de sus brazos cuando quiso apretarme entorno a su cintura y hacerme suyo; yo sé que volveré algún día a sentir cómo se inclina el cielo cuando tiene que pintarle de caricias un nuevo amanecer y se sonríe al