Hace
unas semanas volví a visitar el corazón de vuestra ciudad, ese latido acompasado
por el almíbar y endulzado por el aroma de la historia, y paseando por sus
calles tuve la sensación de empequeñecer a cada paso que daba entre callejuelas
y naranjos.
Hace unas
semanas necesité escuchar de nuevo los crujidos de la memoria, recorrer los
recuerdos que dejé anclado tras cada farola, tras cada esquina y buscar ese
trozo de mí que se quedó a vivir entre las sombras de vuestro aire.
Hace unas
semanas agaché de nuevo mi cabeza en señal de respeto cuando rondé esas murallas donde dormitan las leyendas y
donde tantos y tantos besos son robados a la noche cuando expira una nueva
madrugada.
Hace unas
semanas…
Sevilla y yo
tenemos cuentas pendientes. Ella sabe que huí de sus brazos cuando quiso
apretarme entorno a su cintura y hacerme suyo; yo sé que volveré algún día a
sentir cómo se inclina el cielo cuando tiene que pintarle de caricias un nuevo
amanecer y se sonríe al limpiar sus pinceles en ese tramo de río.
Pero es que
Sevilla es Sevilla, y aunque los que vivimos lejos de sus cicatrices la
tengamos más que mitificada, sabemos que no todo lo que reluce es oro en la que
para muchas cosas es la madre y maestra, teniendo que ver atónitos cómo algunos
trapos sucios se orean a la vista de todos con la única finalidad de hacer daño
y pisotear cabezas.
Pero a pesar de
ello, vuestra ciudad tiene el don de reinventarse, de hacer, con muy poquito, todo;
de acallar, con un simple silencio, a todo aquel que la ponga en duda; y de
enamorar, con el reflejo más pequeño de
sus entrañas, a propios y a extraños.
Esa es la Sevilla
de la que me siento preso, de la que sueño con volver, de la que soy incapaz de nombrarla sin
suspirar nostalgias y añoranzas, y de la que sé, como todos ustedes saben, que es
donde vive, que es donde habita, que es
donde mora Dios, y no solo en este año de la fe.
Por eso hace
unas semanas fui a Sevilla, para buscar a ese Dios que se gubia en maderas con
arrugas; para encomendarme a ese Dios que evoca relatos antiguos, los que cuentan
las abuelas en los zaguanes de la lejanía; y para suplicarle, rogarle,
demandarle a ese mismo Dios que no suelte mis dedos cuando mi cuerpo se
zarandea por la desesperación y por la ira.
Y fue en Triana,
en Montesión, en El Salvador o en San Lorenzo donde me postré ante sus plantas,
soltando lastre entre repelucos, ese que me impide avanzar por el miedo a lo
desconocido, y donde pude adivinar las hechuras
que esconde la fe bajo el marco de un túnico, bajo el eco silente de una bóveda
o bajo el misterio de una cola donde se guardaba turno entre nervios e
inquietudes.
Ante el Señor de
la Salud mis palabras mudaron la piel al bañarse mi rostro entre lágrimas
amargas que saben cuánto lo nombro al cabo del día, cuánto lo necesito con el
pasar de los años y cuánto sufro por equivocarme y tenerlo tan lejos de mi
camino, y al entrar en la iglesia de Santiago caí rendido ante el beso mas
traicionero que mis ojos jamás sintieron.
Hoy puedo
contaros que ese fue mi verdadero Vía Crucis, el que rellenó mis bolsillos de
fe en cada iglesia, el que desoyó los cánticos de lluvia cada vez que miraba a
las nubes y el que Dios quiso mostrarme, sin apenas alzar la voz, en la ciudad
de Sevilla.
Como puedo yo decirte que emoción tan grande he sentido al leerte.
ResponderEliminarLo que tu espresas me llega hasta los huesos, ay mi Sevilla del alma que tu tan bien plasma en este articulo...saludos amigo ...
Yo conozco Sevilla de un viaje de la facultad, de una visita a la EXPO y de un día que cogí el ave de madrugada para pasar el día allí. Es una ciudad con magia!!!
ResponderEliminarBesos, poeta de las palabras.
Precioso este relato que nos dejas, por fin lo he podido leer tranquila. ¿Qué decirte de mi ciudad?, si estoy enamora de ella, esas murallas que tengo casi junto a mi, ese Cristo Moreno, que aún tengo màs cerca, compartiendo nombre con la que es mi Madre en el Barrio León, me ha encantado y te doy las gracias por dejarnoslo y compartirlos con todos.
ResponderEliminarImpresionante Alberto. Yo tuve la suerte de conocer Sevilla hace año y medio y me enamoró. Hoy vuelo a primera hora de la tarde para presentar mañana por la tarde mi libro y dar una charla en Camas, y esta noche espero estar paseando por sus calles.
ResponderEliminarGracias por este aperitivo antes de tomar el vuelo para ir desde Zaragoza.
Un abrazo
Buena entrada, Alberto. "Es que Sevilla es Sevilla" y nunca te decepciona. Ya pronto llega la Semana Santa, esperemos que el buen tiempo ayude.
ResponderEliminarUn bonito relato.
Saludos.
Manuel