Como
ya he contado alguna que otra vez, yo me hice maestro cuando el destino me
indicó el camino a base de guantadas sin manos y consejos inesperados que tardé
algún tiempo en lograr descifrar; ya ven, para muchas cosas soy algo cabezota,
sobre todo cuando se trata de darme a mí mismo un resquicio con el que poder
vivir.
Pero lo que el
destino no me confió aquella tarde es que para sentirse realizado y obtener una
oportunidad para poder dar clases y poner sobre la mesas todos mis conocimientos
-pagados con becas estatales-, iba a tener que sortear tantas trabas y tantos
silencios.
Sinceramente, este año he perdido la cuenta. La cuenta y las
ilusiones.
Quizás sea el
destino el que me está hablando de nuevo y tampoco sirva para esto.
Quizás me
lo está diciendo con la boca pequeña y sin querer mirarme a los ojos.
Pero tras muchos
meses de pasarlo mal, de no dormir, de ver cómo mi aire se comía las lágrimas
por la impotencia que uno siente al escuchar una cosa un día, y lo contrario al
día siguiente, he tomado una decisión, firme y concisa, y con la libertad que
me dan ustedes, la voy a compartir aquí.
Le pese a quien
le pese, es momento de luchar, de pelear, de combatir hasta que no me queden
fuerzas en las alforjas de mis retinas.
Llegados a este
punto no me queda otra para demostrarme a mí mismo quien soy sin tener que
mirarme en los espejos de un curriculum que algunos despreciaron;
bajo la piel que me cubre cada día aun late un corazón cuando se oculta el sol.
Y aunque siga quitándome
de en medio para que la sangre no se me caliente al llegar a la boca; y aunque
siga guardando silencio para que mi voz no me delate; y aunque siga esperando esa
llamada que cambie mi vida por completo, ahora seré yo el que escuche el consejo
que a todos mis alumnos siempre les doy: “cómete los libros y demuéstrame quien
eres”.
Veía lejano el
momento de tener que volver a sentarme tras una mesa y ponerme a estudiar, de
llevar una maleta con folios, cuadernos y lápices, de levantarme temprano y
sentir el frio de la mañana, pero las circunstancias que rodean mis latidos son
las que mandan, y ahora por lo visto tengo que saber bombear sangre en inglés.
No culpo a
nadie. El rencor no tiene cabida en mis bolsillos, y quizás la culpa de todo
esto fue solo mía al acomodarme y pensar que con dos carreras ya sería
suficiente reclamo para que se fijaran en mí, pero no pasa nada, he aprendido
la lección.
Y esta vez voy a
disfrutar estudiando, me voy a aprovechar de lo que tengo, de lo que soy y
seré; será mi manera de devolverles a los míos la confianza que de nuevo han
depositado en mí, y quien sabe si en un par de meses consigo que su Majestad el
Rey sienta envidia también de mí.
Adelante con tu decisión, estudia. Y hazlo para ti sobre todo.
ResponderEliminarBesos
Adelante en la lucha y por un futuro mejor para ti
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