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Golpe de Estado


Crecí con la frase esculpida a fuego en los labios de algunos maestros y admirados escritores que dice aquello de que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Cada vez que la escucho me acuerdo de aquel profesor de Historia al que le dije que los pueblos pasan olímpicamente de su propia historia y lo que menos le gusta hacer a un sociedad es girar su cabeza para ver el camino que va dejando tras de sí.

Quince años después sigo firme en mis convicciones.

La prueba la tengo en la efemérides que se celebra hoy, ya que estoy seguro de que pasaría inadvertida para la mayoría de nosotros si no fuera por el bombardeo que los medios de comunicación le darán desde primera hora de la mañana.

Supongo que a algunos estamentos de poder les interesará que no nos olvidemos lo que pasó aquel 23 de febrero del año 1981, pero permítanme que me quede con lo esencial: los gritos de Tejero y los disparos que aún se conservan en el Congreso de los Diputados.

Ojalá llegue el día en el que la historia de este pueblo se repita, y lo digo con toda la conciencia del mundo, cambiando a la guardia civil por los millones de parados que a gritos tomarían las calles para llevar a cabo una revolución sin precedentes en nuestros país.

Ojalá que el monarca se revista al fin de orgullo y satisfacción, y desde un balcón de la Zarzuela tome el mando de esta sublevación en vez de desautorizarla.

Y ojalá que el actual presidente de esta nación acepte sus errores y pase a mejor vida, acompañado a un lado del líder de la oposición y al otro lado de la corte de políticos 
ineptos y ladrones que conforman su gobierno.

Ainsssss… eso sí que sería un golpe de estado. 

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