La
vida quiso que un día me viera estudiando para tener en mi pared el título de maestro.
Y me sentí tan a gusto estudiando esa carrera que no contento con una, hice
dos; así que podría decir que soy maestro por partida doble y que sólo me falta
la pared para colgarlos.
Por
lo visto -y por lo sabido-, ser maestro en Jerez está envuelto de leyendas
taurinas y mucha guasa ribeteadas con gotas de envidia, leyendas y envidias que
antes rebatía y a las que desde hace tiempo hago oídos sordos.
Pero
aunque parezca un ejercicio de desnudez sensata, antes que maestro soy persona.
Y como todas las personas tengo atardeceres bohemios y cielos nublados de
estrellas, seco lágrimas a escondidas y envuelvo sonrisas en cualquier
plazoleta, me ahoga esta puñetera crisis y colecciono sueños que se me escapan
de entre las manos,…
Y
esta semana que hoy domingo pide descansar es quizás cuando más persona que
maestro soy.
Porque
por mucho que pasen los años, por mucho que silencie sus recuerdos, por mucho
que me haga el fuerte ante los demás y diga que no le hecho de menos, cada vez
que tengo que preparar el regalo para el Día del Padre con mis alumnos de
Primaria un escalofrió de alfileres recorren mi espalda.
Intento
que en esta actividad mis propios sentimientos no me jueguen una mala pasada y antepongo
mi profesionalidad para cumplir con mi deber como docente, pero antes de que
los padres reciban su regalo ese día entre risitas y nervios les pido a mis
alumnos que cojan a sus padres por la cuello y les den un beso de esos que
hacen ruido,…sin que ellos se den cuenta de que yo quisiera darle uno así al
mío.
Y
es que por mucho que el tiempo pase, hay cosas a las que jamás te acostumbras.
Comentarios
Publicar un comentario