Al
llegar ciertas efemérides al borde del calendario los dientes me chirrían porque
una vez más se pone sobre la mesa que al ser humano le falta personalidad y que
éste carece de cultura para ciertas cosas.
Un ejemplo de esta
falta de personalidad lo pudimos ver hace unas semanas con el Día de los
Enamorados; todos estamos en desacuerdo con el mismo creyendo que los
hipermercados sólo quieren sacar dinero a costa de nuestro amor, pero todos ese
día pisamos estos establecimientos para regalar flores, bombones, perfumes… más
por miedo que por verdadera pasión.
Y un ejemplo de que
carecemos de cultura para ciertas cosas lo pudimos ver ayer gracias a los
fastos que se le dio al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, eliminándose
de manera sutil este adjetivo de “trabajadora” en la mayoría de las fotos y
montajes que circulaban por las diferentes redes sociales de internet.
Vamos a ver si con esto
que voy a exponer en esta columna no hiero sensibilidades: mi intelecto de
hombre acepta que haya un día en el que se recuerde a ese grupo de obreras que
en el año 1857 decidieron salir a las calles de la ciudad de Nueva York para protestar
por las condiciones tan míseras en las que desarrollaban su trabajo, siendo
este hecho el germen para luchar por sus igualdades laborales, pero de ahí a
que exista un Día para la Mujer por el mero hecho de ser mujer va un largo
trecho.
A ver si se enteran ya
los que se encargan de estas cosas que en el calendario sobra esta mamarrachada
de día puesto que la mujer es mujer todos los días del año -trabaje o no
trabaje-, al igual que sobra el Día
del Padre, o el de la Paz, o el de los
Derechos Humanos,…
Lo que yo te diga:
personalidad y cultura.
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