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Mostrando entradas de junio, 2014

Recuperar la sonrisa

Surgen estas líneas tras escuchar las palabras de despedida de Ana Vergara, la que ha sido mi Directora Pedagógica estos últimos tres años en el Colegio Jesús Mª El Cuco. En estos tiempos que corren ella nos ha dado a todos los allí presentes una lección de coherencia, pues deja ese cargo para entregarse a su familia, para dar prioridad a sus tres soplos de vida y para volver a entrelazar su mirada a la de aquel hombre que sabe cómo hacerla feliz, sin tener que estar mirando constantemente el reloj o la agenda escolar. En este tiempo trascurrido, he tenido la libertad suficiente para decirle a la cara lo que siempre he pensado y sentido, y aunque es cierto que en las últimas semanas apenas nos hemos cruzado palabra, ambos sabemos que nos tenemos para lo que el destino nos quiera deparar.  Guardaré como oro en paño aquella bronca monumental que en su día tuvimos y que -cosas de la vida-, mas amigos nos hizo; he sufrido cuando la he visto sufrir al intentar sortear los o

El Dios invisible

          C ada vez que el domingo se despierta bajo el sonido de campanas que huelen a Corpus, y la calle Larga se engalana entre alfombras y altares que saben a eucaristía, sensaciones encontradas circulan por mi piel. Por un lado -como creyente que soy-, y con años de formación cristiana a mis espaldas para dar y regalar, entiendo lo que esta celebración implica para la Iglesia y todos sus componentes. Pero por otro lado - como creyente que sigo siendo-, me duele ver cómo todos los componentes de la Iglesia -y la propia Iglesia en sí-, miramos para otro lado cuando esta festividad se acerca y no le damos la importancia que en sí encierra. Pero claro, esto es Jerez, y la pregunta cae por su propio peso: ¿a quién le importa el Corpus en esta bendita ciudad? Abran los ojos, el Corpus aquí le importa a muy poquita gente. O mejor dicho, les importa a los que cuentan años por decenas y canas, esos que saben que arrodillarse ante el paso del Santísimo es el mayor g

Hay que parecerlo

Siempre he pensado que cuando uno llega a ostentar un cargo público, o simplemente ese cargo que se ostenta trae consigo el reconocimiento de una parte de la sociedad, hay que andarse con ojo con todo lo que se dice, con todo lo que se hace e inclusive, con todo lo que se piensa. Principalmente porque la misma sociedad que te encumbra y te premia con ese reconocimiento, aunque pueda parecer adormilada y que hace oídos sordos cuando llega una feria o llega un Rocío, tiene memoria selectiva, y guarda bajo su piel todo aquello que pueda volverse en contra de sus propios intereses. Es el precio que hay que pagar y que figura en la letra pequeña de ciertos sillones. No hay cosa que peor digiera que se rían en mi cara con una media sonrisa de prepotencia cuando el error no se puede disimilar con más excusas.   Creo en las personas y por ende creo en sus fallos, puesto que nacimos con ellos y con ellos tendremos que morir, pero lo que no soporto es que tal y como mueren l

Deme motivos, Majestad

Majestad, con la venia. A días de que jure de nuevo sobre la Constitución Española, y que vivamos juntos la ceremonia en la que Usted se va a proclamar como nuevo Rey de España, permítame que le haga llegar las palabras de este simple vasallo al que sólo le queda la dignidad para ir dándole rienda suelta a mis sueños.   Majestad, no tengo ninguna duda de su preparación y de su compromiso para con nuestro país, para con su gente, para con su apellido,… pero de vez en cuando abra las ventanas de palacio y airee los tapices que cuelgan de las paredes; de esa forma podrá escuchar a los que sufren, a los que apenas tienen esperanza, a los que se están quedando si voz,… Majestad, cada vez que presida un acto oficial, recuerde de donde viene y rememore siempre hacia dónde caminan sus pasos, y vigile sus huellas; probablemente algunas hienas muy cercanas a Usted aguardarán su momento para hincarle algo más que el diente. Majestad, tenga presente la figura de su padre, pero

Para otro lado

Lo solemos hacer. Más de lo que deberíamos. Más de lo que nos convendría. Pero es algo que -sin darnos cuenta-, todos solemos hacer. Algunos lo hacemos a diario. Hemos nacido con esa pieza defectuosa en nuestra piel y por mucho que nos pidan que la cambiemos, moriremos mirando para otro lado.   Otros lo hacemos de vez en cuando. Lo hemos aprendido de verlo en casa, tal y como hacen nuestros mayores, nuestros iguales, y por no llevar la contraria, por no abrir la boca, por no señalarnos como bichos raros, tomamos el camino fácil y también miramos para otro lado. Como ven, aquí no se libra ni el apuntador de esta columna. Si no lo hacemos en una cosa, ya lo haremos en otra; si no ignoramos nuestro futuro, ya pisotearemos nuestro presente; si no nos callamos la boca ante el dolor, tampoco lo haremos cuando el dolor nos calle. Somos gente que no nos comprometemos con nuestra sociedad, con nuestro barrio, con nuestros vecinos; somos gente que vivimos con las ventana