Cada vez que el domingo se despierta bajo el sonido
de campanas que huelen a Corpus, y la calle Larga se engalana entre alfombras y
altares que saben a eucaristía, sensaciones encontradas circulan por mi piel.
Por un lado -como
creyente que soy-, y con años de formación cristiana a mis espaldas para dar y
regalar, entiendo lo que esta celebración implica para la Iglesia y todos sus
componentes.
Pero por otro lado -
como creyente que sigo siendo-, me duele ver cómo todos los componentes de la
Iglesia -y la propia Iglesia en sí-, miramos para otro lado cuando esta
festividad se acerca y no le damos la importancia que en sí encierra.
Pero claro, esto es
Jerez, y la pregunta cae por su propio peso: ¿a quién le importa el Corpus en
esta bendita ciudad?
Abran los ojos, el
Corpus aquí le importa a muy poquita gente.
O mejor dicho, les
importa a los que cuentan años por decenas y canas, esos que saben que
arrodillarse ante el paso del Santísimo es el mayor gesto de amor que un
cristiano puede hacer ante Dios, pero… y la juventud… ¿sabe lo que significa
arrodillarse?
Dicen algunos
catedráticos de andar por casa que si lo pusieran de nuevo el jueves, y que si
se perpetuara el misterio de la Cena en su cortejo, y que si se pusiera por la
mañana,… pues podría ser algo más atractivo.
Pero… ¿qué se puede
esperar de una procesión a la que las Hermandades van obligadas, parte de la
curia eclesiástica asiste porque no tiene más remedio y los niños que han hecho
la comunión van dando el mitin por la calle???
La Solemnidad del
Corpus Christi se merece un mayor respeto por parte de todos, pero…este Jerez
de mis entrañas es así.
Luego buscará a los
vientos del sur para proclamarse cofrade y mariana.
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