Y a decir verdad, ya he perdido la cuenta.
Hoy
les hablo de los valores, de los mitos que me narraron de pequeño, de esos
referentes que me contaban en clase cuando los libros de texto se quedaban a
dormitar en la oscuridad de la maleta.
Personajes,
hazañas, proezas que me dejaron impronta, que busqué imitar, que conformaron
mucha parte de lo que hoy soy.
Motivos
que despertaban en mí un haz de esperanza en el ser humano,… pero la vida sigue
siendo esta gran mentira de la que todos hablan y pocos dicen la verdad…
Los
primeros mitos en probar el lodo de la perplejidad fueron los ases del
ciclismo. Toda una vida desafiando al tedio de la siesta, apoyando desde el
sofá de mi casa a esos jabatos que miraban a los ojos del esfuerzo con rabia y
con valentía,... para que años después comenzaran a desfilar por la alfombra
roja del engaño, llevando su sangre cargada de hematocritos y nandrolonas.
Todo
lo que se me ha ido desmoronando después han sido producto de la codicia o de
la torpeza humana, como cuando el Rey pidió perdón -vaya despropósito- o cuando
a Pujol le dio por ser sincero -desde
entonces, político y ladrón son sinónimos a partes iguales-.
Pero
lo de la droga en el buque escuela Juan Sebastián Elcano me ha dejado una pregunta
aun sin responder: ¿hacia dónde vamos?
Porque
se te rompe esa idea impoluta que uno tiene acerca de ese barco que educa a
través de las aguas del mundo; de esos “hombres de la mar” que como mucho en
cada puerto tendrían un cuello para marcar besos; de esas velas blancas
desafiando al poniente y al levante, encelando de esa forma a la bella diosa
Gades,…
En
fin… Otro más que pide asilo en la estantería de las decepciones… ¿Cuál será el
siguiente?
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