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En tres días...


El pasado fin de semana un grupo de trece amigos enarbolamos la bandera de la amistad, con una bicicleta de por medio y con la Madre de Dios como alfa y omega en cada una de nuestras pedaladas.

Comenzamos con un guiño de despedida ante María Santísima de la O; nos rendimos ante el verde de la Esperanza más humana de Sevilla; y enjuagamos nuestros latidos ante una Virgen del Rocío que tanto sabe de velas, de promesas y de caminos.  

Les puedo asegurar que en esta ruta mariana hubo de todo.

Desde pellizcos donde la piel se echó a llorar y apenas hubo palabras que decir… hasta miradas que cada uno de nosotros guardará en los bolsillos de los recuerdos,… y que seguro volveremos a sentir cuando el tiempo disponga sus hilos para que nos fundamos en un abrazo.

Tengo ganas de ver a los culpables de que la nostalgia siga respirando.

De cada uno de ellos me llevo algo…una charla, un aprendizaje, un por qué para entender que hay que seguir luchando en esta jungla de asfalto… asfalto del que ellos huyen para poder ser libres y perderse en el viento.

En tres días uno puede explicarse a sí mismo cómo es la vida.

En tres días hemos sido capaces de entender que los límites de nuestro cuerpo sólo están en nuestra mente.

En tres días uno es capaz de conocer de primera mano las grandezas del ser humano, y ustedes -queridos compadres-, sois muy grandes.

Grandes porque en vuestras risas habéis dejado escapar parte de vuestra alma; grandes porque cuidáis de mi sangre como si fuera parte de la vuestra; grandes porque juntos volveremos a ese trozo de tierra para mirarle a los ojos a esa marea que quizás nos ganó una batalla,… pero que no nos ganará nuestra próxima guerra.

Así que… ¿para cuándo la próxima aventura?



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