Huyo de este tipo de programas desde que imprimo mi
verdadera firma en cualquier documento oficial, pero la otra noche me topé de
casualidad con Pequeños Gigantes, ese
programa donde unos cuantos niños juegan cada semana a ser cantantes, bailarines,
presentadores,…
Aguanté
cinco minutos.
Y
es que, será deformación profesional o será demagogia barata, los niños a ciertas edades lo único que
deberían de estar haciendo es llevar una vida de niños -máxime un día entre
semana-, donde al día siguiente hay colegio.
Algún
avispado me reprochará que este tipo de programas se graban para no alterar la
vida académica de los implicados… pero tengo la sospecha de que el chaval que
tiene que darle al play en los
estudios centrales no tiene que levantarse temprano a la mañana siguiente para preparar
algún que otro Cola-Cao.
Dejé
de ir a ver partidos de futbol de categorías infantiles porque no soportaba el
comportamiento de ciertos padres que proyectaban sus frustraciones sobre las
frágiles sombras de sus hijos en busca de fama y de dinero.
Y
la misma sensación me trasmitió ese programa, donde los niños ansían con todas
sus fuerzas salir del anonimato para hacer realidad sus sueños…
En
el fondo envidio que tengan tan claro cuáles son sus sueños, puesto que a mi
edad aún no se cuáles son los míos.
Y
mira que llevo tiempo persiguiéndolos…
Soñar
es maravilloso, pero hay que tener cuidado, porque puede que esos sueños se
marchiten, se quiebren, se queden a medio respirar,… trayendo consecuencias
irreparables para las raíces de estos presuntos talentos.
A
ciertas edades, dejen que los niños vivan, sientan, crezcan bajo una vida donde
ser niño es una auténtica bendición; ya tendrán tiempo de sufrir y de vivir
como mayores.
Con
el tiempo muchos de estos niños volverán a nosotros con sus sueños rotos, al
ser tratados hoy en día como simples muñecos…
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