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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Diciembre

En un par de horas comenzaremos a tachar los días que conforman el último mes del año, y podremos mandar al olvido este mes de Diciembre que comienza a rodar entre zambombas y villancicos. Diciembre encierra en sí mismo caminos que cada año vuelven a hacerse con agua, viento y frio -como los de estos días vamos-; es el mes que Jesús decidió para venir a salvarnos y es el mes donde la ilusión se arremolina en torno a niños… y no tan niños. Es el mes de las manos en los bolsillos, de los chaquetones gordos, de los paraguas y las bufandas; de los guantes de lana, de las botas altas, de los calcetines envolviendo la parte de abajo de los pijamas para dormir y coger pronto el calor de las sábanas. Es el mes del consumismo -esa misteriosa mano que se apodera de nuestras carteras-, del bullicio en las grandes superficies y del ruido estridente en el  centro, de la nostalgia en forma de ausencia; es el mes de pensar y repensar los gustos de los que tenemos a nuestro alrededor y

Maldito parné...

Dejando a un lado mi apatía generalizada con todo aquello que tenga que ver con la Navidad -exceptuando algunas zambombas y los roscos de mi madre-, el anuncio de este año de la lotería es cojonudo.   Es absurdo en sus formas, pero es cojonudo en su contenido. Cuanto más lo veo menos me gusta. No me creo la escena. No me trasmiten los actores. Y la historia en sí no hay por donde cogerla. Pero si te pones a pensar con calma en el mensaje que nos quieren trasmitir los publicistas este año, el mensaje en sí es una guantada sin manos, pues nos están dejando muy a las claras que todos somos unos materialistas. Y nos lo dicen de una manera sutil, a plena luz del día y en estas fechas tan señaladas para las carteras y para la hipocresía.     Todos somos como ese hombre que pasa de la desolación a la felicidad absoluta al saber que su cartera va a rebosarse de dinero.    Todos basamos nuestra ilusión en estos días en una quiniela, en un cupón, en una participación

El boom Ojeda

A veces resulta curioso ver cómo laten algunos corazones tras los muros de esta ciudad. Al jerezano de pro -desde que nace-, se le cae la baba con aquello que viene de afuera, sea lo que sea aunque estemos delante del disparate más grande y absurdo del mundo… y pisoteamos con ahínco y rencor aquella cabeza que lleva nuestra sangre por el simple hecho de destacar un poquito entre la multitud. Es la cruz que llevamos adosada a nuestra penitencia. Y la envidia… ese manjar que algunos mastican desde chico. El último ejemplo lo está viviendo en sus carnes uno de los nuestros que lleva por bandera -allá por donde va- la tierra que le vio nacer… gracias a sus videos, sus golpes en la mesa y a sus iniciativas a través de las redes sociales. Se trata de Álvaro Ojeda. Al escucharlo, no esperen tratados científicos en sus exposiciones o revolucionarias teorías que nos expliquen el porqué de la vida… ya que se trata sólo de un chaval que nos cuenta -a su manera, con su

Marionetas sin libertad

Siempre he mantenido la teoría de que en algún enclave estratégico de nuestro planeta -de manera aislada y a prueba de paparazis-, un grupo reducido de elegidos manejan el mundo que usted y yo conocemos a su antojo, decidiendo desde cuándo cambiar la hora de los relojes, encender la estufa, o el primer anuncio del año,… hasta la elección de las diferentes cortinas de humo con las que entretenernos por las tardes. Constato así que ciertos humanos no dan puntada sin hilos, sobre todo aquellos que elaboran con astucia y simpleza estas cortinas con las que somos incapaces de ver realmente lo que sucede a nuestro alrededor. Hace unos días que erradicamos el Ébola de nuestros desayunos, y antes de que nos diéramos cuenta, estas mentes pensantes ya tenían para nosotros otro tema de preocupación, y otro motivo para cabrearnos con la vida: el dichoso doble check del whatsApp. Previamente habían estado tanteando el terreno con la Pantoja y su entrada en prisión, con la imputació

¿De qué sirve...

                      Asomándome a esta ventana desde donde diviso el mundo, hoy me asaltan ciertas dudas… ¿De qué sirve escuchar el perdón del Presidente del Gobierno, si a renglón seguido vemos cómo se acomoda en su asiento con la sensación de que él también nos está robando, engañando, traicionando,…? ¿De qué sirve la oposición a este Gobierno que tenemos, si su proyecto para gobernarnos se basa en el manoseado y cansado “y tú más”? Y las nuevas alternancias políticas… ¿sirven para algo? Ustedes seguid así chavales, que ya veréis cómo nos vamos a descojonar todos cuando lleguen las urnas…   ¿De qué sirve buscar a Dios -en las maderas del arte o en el prójimo-,… si Éste está haciendo oídos sordos a nuestras súplicas, desvaneciéndose más si cabe nuestra esperanza y nuestra fe? Quizás no fue tan buena idea esa de crearnos a su imagen y semejanza… ¿De qué sirve sentirse uno consigo mismo buena persona… si tal y como el mundo va caminando lo que te entr