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Mostrando entradas de junio, 2015

Café... y Alehop

Se levantó una mañana, se tomó un café, oteó el horizonte de la espera y se dio cuenta de que era el momento apropiado de salir de los cuarteles de invierno en los que andaba recluido. Él mismo cuenta que llevaba días con el estómago entripado , sintiendo cosas que creía que estaban muertas, y aceptando que esa llave que una vez le echó al mar estaba abriendo una cerradura que seguía hilvanada a su nombre.  No hace faltar decir que se trata del último romano del barrio Santa María, del niño criado bajo las faldas de la calle Goleta, del motivo por el que don Carnal ansía nervioso la llegada de un nuevo febrero. Pero por si hubiera algún despistado en la sala, simplemente diré su nombre: Antonio Martínez Ares , el culpable de que por sus letras yo entienda algunos renglones de la vida. Porque por su culpa yo he sido pirata, templario, buhonero,… Si Antonio, buhonero también, porque de los errores hay que sacar algún aprendizaje. Porque por su culpa yo he soñado

Deberes en verano

Parece ser que cuando uno se saca el carnet de maestro firma una cláusula en alguna parte en la que deja constancia que al llegar las vacaciones de verano -junto a las notas-, se compromete a adjuntar una serie de recomendaciones para que sus alumnos hagan deberes en verano. Una manera de contentar a los padres, seguid enriqueciendo el bolsillo de las editoriales y fastidiar a los alumnos. Por mi experiencia en las aulas ese trabajo que se tiende a realizar cuando no hay hora marcada para levantarse y vamos a todas partes en chanclas no sirve para absolutamente nada, como tantas otras chorradas educativas. Y hete aquí que este pensamiento que vaga por mi cabeza es compartido por un profesor de secundaria de Italia -Cesare Cata-, que en vez de proponer una lista aburrida y tediosa de tareas ha elaborado una serie de premisas  donde la lógica y la humanidad se dan la mano. Veo al menos que no estoy sólo en esta cruzada. Este valiente les pide a sus alumnos que sean

Mi amigo Iván

La otra tarde mi amigo Iván me comentó que últimamente cada vez que se pasaba por este rincón de letras y silencios el susurro de mis palabras le llegaban a sus oídos de manera algo tristona. Agradecido por su sinceridad y esquivando en un primer momento sus enumeradas razones, tuve que asumir finalmente que yo nunca he sido la alegría de la huerta. Y pensando en lo que me dijo, me he dado cuenta de que en cada artículo que ando firmando voy dejando una parte escrita de mi alma.  De esta forma, podría aprovechar este altavoz semanal para ajustar cuentas con los políticos que me gobiernan, con la crisis que me avergüenza, con la Pantoja,… pero seamos serios y dejemos esta labor social a esos contertulios profesionales que de todo saben y de todo entienden. Por eso yo hablo de lo que de verdad me preocupa, de lo que conforma mí día a día, de lo que no me deja dormir por las noches. Así, a mí me preocupa no encontrar el trabajo que me permita salir del boquete en e

¿Seré yo, Maestro?

Una vez que la Festividad del Corpus es un mero tachón sobre el calendario de mi escritorio, las dudas sobre si soy o no soy un buen cristiano deambulan de nuevo por mi mente. Y es que en el metraje de la película de mi vida, en estos momentos mis pies están detenidos entre claroscuros y ciénagas que me andan presionando el alma, y con cada amanecida dudo si seguir creyendo en ese Dios que me tiene prometido su Reino... o en ese Dios que patina su Pasión entre maderas e inciensos. Supongo que a esto que me está pasando se refieren algunos como “crisis de fe” , pero es el reverso de llevar latidos y piel de ser humano, sobre todo cuando hay facturas que pagar, sueños que tardan en llegar, despedidas que vienen con demasiadas urgencias,… Una vez me enseñaron que la grandeza de las cosas reside en la sencillez de las mismas,… y mi Dios se hace grande en la sencillez de sus cosas. Por eso, no me siento con fuerzas de volverle la cara a mi Creador; le sigo rezando entre di

Peter Pan... El Musical

Rebuscando entre mis recuerdos de junio,  hubo una vez una tarde en la que Peter Pan y Campanilla salieron del País de Nunca Jamás para llenar con su magia un trocito de mi vida. Bueno, no solo de mi vida, estoy seguro que de la vida de más de cien personas que confiaron ciegamente en la locura de un grupo de monitores que pelearon contra viento y marea para hacer las cosas con el corazón: ni la lluvia pudo aquel día con nosotros. Fueron meses de trabajo -de mucho trabajo-, pero se consiguió montar el mejor Musical que se ha visto en esta ciudad jamás; el que crea que soy pretencioso, que me pida el DVD que grabamos y que aprenda a hacer las cosas.   Recuerdo como si fuera ayer aquellos disfraces esperando en las aulas de infantil a que sus protagonistas le dieran vida. Recuerdo las caras envueltas en nervios de esos mismos protagonistas -más de noventa niños- cada vez que se les llamaba para que pasaran por maquillaje, por peluquería,… y se la daban las últimas