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Mostrando entradas de agosto, 2015

Placeres veraniegos

Cada vez que intuyo que al verano le quedan pocas horas de sol, le pido a la luna que me ayude a envolver aquellos pequeños placeres veraniegos que a lo largo de estos meses se han ido trazando sobre el moreno de mi piel. Es un pequeño regalo que me hace ver que el secreto de la vida se encuentra en las cosas simples y sencillas.   Y entre estos placeres de los que les hablo, está el hecho de haberme afeitado solo un par de veces a la semana, abandonar en el armario a los pantalones largos y el dejar que el reloj que marca el tiempo de mi día a día jugara con el tic-tac del segundero sobre mi mesita de noche,… y no sobre mi muñeca izquierda.   Otro de los placeres que sin duda guardaré en mi memoria fue el ver cómo el Sevilla jugaba otra final europea, aquel paseo de hace una semana por Sanlúcar de la mano de la mujer que amo y disfrutar del silencio que uno escucha cuando se está nadando en una piscina mientras los niños están haciendo la digestión. Echarse en la

Si ella supiera...

Entre los caminos que conforman mis días, las piedras con las que he tropezado se dan la mano con las piedras que aún me restan por esquivar. Moratones, cicatrices y lecciones dan prueba de lo que les hablo. Pero tengo la suerte bendita de no caminar sólo, sino que lo hago agarrando las huellas de la mano de ella… Si ella supiera que mi destino está atado al suyo desde que nuestros labios saborearon el mismo manto de estrellas. Si ella supiera que la condena de quererla la llevo tatuada sobre mi piel desde la primera vez que la sentí danzar por los lunares de mi cintura. Si ella supiera que cada vez que me pierdo, es ella quien me encuentra; que cada vez que me falta el aliento, es ella quien me lo presta; que cada vez que las dudas me asaltan, en su mirada puedo encontrar todas las respuestas. Si ella supiera lo fácil que me resulta despertarme cada mañana aun sabiendo que los renglones que nos quedan por enderezar están anclados a torceduras de esperas; sé

Un lumbreras, vamos...

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la tercera acepción de la palabra lumbreras hace referencia a la persona que brilla por su inteligencia y por sus conocimientos excepcionales en alguna materia determinada. Y pongo las dos manos en el fuego y no me quemo a que el encargado de diseñar el carril bici en nuestra tierra de lumbreras tiene bastante poco.    Estoy deseando de echármelo a la cara para decirle: ¿Cómo se puede ser tan torpe sentrañas mías? Torpe para no darse cuenta de que hay zonas de la ciudad donde el carril bici no tiene ningún sentido práctico. Torpe para cargarse zonas ajardinadas, para poner esos pasos de peatones sobre-elevados en el acceso a otras calles que son un disparate y para dejar aceras prácticamente intransitables por parte de peatones, carritos de niñera y/o sillas de discapacitados. Y torpe, muy torpe -de los de paguita estatal-, para hacer en la zona de Cuatro Caminos un auténtico desastre.   Porque vamos a ver

¿Pemán tenía busto?

Se abre el telón y se ve a la alcaldesa del municipio más endeudado de España sentada sobre una pila de libros. Va vestida con sus mejores galas, estrena peinado y esta vez sus zapatos son cerrados; con la caló que hace la mujer está haciendo un podé . Se levanta con tranquilidad, desafía al público asistente y con el micrófono en la mano suelta aquello de… … “Querido pueblo, vuestra alcalda se sabe poesías de  Alberti  de memoria. A Pemán no llegué .  Así que el busto que tenemos en el hall del teatro lo vamos a quitar y a colocar en mi cuenta de EBay, a ver si sacamos algo y terminamos de una vez el carril bici.”  El pueblo -sumiso e impaciente-, reacciona con una salva de aplausos y vítores que aún colean por las callejas y plazas del lugar… Y la pregunta es sencilla… ¿De qué lugar les estoy hablando en esta ocasión? Pues si señores, les hablo de este pueblo de mis debilidades que lleva días rasgándose las vestiduras y maldiciendo a aquellos que en estos mom

Fue un placer

          Alguna vez que otra he juntado las letras en este rinconcito para compartir las historias que le suceden a los morabitos, un grupo de amigos que ven pasar la vida desde el tubular de una bicicleta. Y como sucede en las mejores familias, en ese grupo se discute hasta por la cosa más absurda que a uno se le pueda ocurrir; forma parte de nuestra peculiar identidad.    Pero creo que lo que hemos tenido que vivir en estos últimos días nos ha hecho valorar que la amistad y el cariño que nos tenemos están por encima de unas alforjas o de un simple maillot de carretera.  Y el culpable de esta lección de vida ha sido nuestro amigo Cristóbal, que por su riesgo y cuenta decidió una mañana coger su bicicleta e irse a pedalear bajo otros cielos; le hablaron de una marisma almonteña, y por allí debe de andar. Su corazón ya no pudo aguantar la vitalidad que derrochaba en cada empresa en la que se embarcaba, y le soltó la mano sin que nadie se diera cuenta; para mí que no