El derecho a la Vida
es el derecho fundamental que tiene todo ser humano a que se respete su
existencia, independientemente de cual sea su raza, su credo, su religión,… y
que sólo debería perderse por causas naturales o accidentales.
¿Alguien
me puede explicar qué hay de natural o de accidental en lo que ha sucedido hace
unas horas en París?
Porque
no hay derecho a que unos asesinos cobardes enarbolen la bandera de su Dios
para sesgar la vida de cientos de inocentes que no tienen culpa de que el
desprecio por la Vida camine entre
renglones y alaridos torcidos.
Porque
no hay derecho a esta matanza humana, a esta barbarie, a este salvajismo
irracional donde se demuestra una vez más que el hombre es un lobo para el
propio hombre y el devenir de su propia existencia.
Porque
no hay derecho a que las palabras se queden mudas, a que las imágenes carezcan
de sentido, a que el dolor y la sinrazón se den la mano y juntas extiendan la
alfombra roja del miedo,… otra vez el maldito miedo.
Un
miedo que muchos de nosotros sólo conocemos de oídas, pero que existe, vive
alojado a la vuelta de la esquina y se ha paseado por la piel y los ojos de
aquellos que han podido esquivar las garras de la muerte.
No
hay derecho a tener una cicatriz así cosida de esta manera a la memoria.
No
hay derecho a enterrar a un familiar sin ni siquiera saber el dónde, el cuándo,
el por qué su corazón dejó de latir.
No
hay derecho a que esta sociedad haya perdido el norte y se tenga que jugar sus
cuartos ante fanatismos, ante terroristas, ante preceptos que sólo dejan
entrever rencores, inquinas y gangrenas.
Una tercera guerra mundial lleva tiempo masticándose
en las entrañas del odio… que Dios nos coja confesados…
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