Pido perdón por guardar silencio estos últimos meses
y lamerme las heridas en soledad; nadie tiene porqué soportarme y secarme las lágrimas
bajo un pañuelo de miradas.
Pido
perdón por refugiarme en los rincones de mi alma; el eco de sus recovecos son
las huellas de lo que un día fui, así que permitidme que me busque en ella.
Pido
perdón por confesarme cada cierto tiempo en este refugio de esperanza; si sabes
leerme, sabrás escucharme.
Pido
perdón por caminar descalzo por el renglón torcido de los prejuicios; yo no
tengo la culpa de que pienses eso de mí.
Pido
perdón por no dejar que me conozcas; créeme, hay atardeceres que merecen más la
pena que mis sombrías sombras
Pido
perdón por irme de los sitios sin decir adiós, por no tomarme ese café contigo,
por huir de ti cuando tú abres de par en par tus brazos para dármelo todo.
Pido
perdón por no tomar partido en batallas que no llevan mi nombre entre las
alforjas de los valientes; quizás me sienta bien revestir mi hombría bajo la
piel de lo cobarde.
Pido
perdón por ser egoísta y empezar a creer en mí, a pensar en mí, a apostar por mí.
Pido
perdón por los mensajes que te mando preguntándote cómo estas, por aquellos que
te susurran si necesitas algo de mí, y sobre todo, por aquellos que no soy
capaz de escribirte por miedo a que te decidas a no borrarlos nunca.
Pido
perdón por no mirarte a los ojos cuando me hablas; en el fondo sigo siendo un tímido
empedernido y no me gusta que se cuelen en la cárcel de mis ojos.
Pido
perdón por tener sueños que no se cumplen, promesas que se pierden por la
orilla del presente, enfados que se reflejan en el espejo de la impotencia.
Pido
perdón por no devolverte la llamada ni ese mensaje con aroma a nostalgia que me
has mandado últimamente; aún soy libre de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Pido
perdón por no estar sometido al dictado de nadie; te guste o no, soy el dueño
de mis miserias.
Pido
perdón por tener enemigos en el olvido; seguid así, atrincherados bajo vuestro
orgullo y vuestra gangrena. Haced sitio que pronto os acompañarán otros
cuantos.
Pido
perdón a mis amigos escritores; tengo vuestros libros en la mesita de la espera
del tiempo, pero el tiempo me está asfixiando entre sus segundos de arena y
apenas me deja respirar.
Pido
perdón por acunar entre mis sabanas a aquel niño que un día dejó de jugar en la
plazoleta de su barrio; mi barrio… ese continente que me da todo lo que
necesito para vivir.
Y
pido perdón -mil veces perdón-, por ser un junta letras de barro, un escribano
de sueños, un simple perseguidor de suspiros que sonríe cuando tus ojos me leen
y sin decirme nada descubren cómo sigue latiendo mi corazón; no dejes de
hacerlo..
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