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Mostrando entradas de junio, 2017

Seguiré tu huella...

Ahora que los lápices de colores descansan del ajetreo de tu último año como maestra, préstame unos cuantos que voy a hacerte un dibujo para que te lo lleves de recuerdo.   Con el color amarillo dibujaré un sol en una esquina, la de tu clase, ese lugar que era tu segunda casa y donde siempre te encontraba atareada, liada con tus mil carpetas, enfundada en tu inmaculado delantal… y donde el tiempo era eterno. El azul me servirá para perfilar tu mirada, ese horizonte de confianza que me tendió la mano y me abrazó cuando los miedos más me acechaban, y el verde lo dejaré para ilustrar tu sonrisa, esa pequeña ventana que se abría al entusiasmo de llevar a cabo un trabajo bien hecho sin esperar nada a cambio. Con el color marrón retrataré el sabor de los dulces, de los panes y de los chicharrones que sabían a gloria y a pecado. ¡Qué manos de cocinera te regaló Santa Claudina! Con el color rojo déjame que te pinte un corazón -el tuyo-, sobresaliendo de este rincón, ocupand

¿Sabes quién soy?..

Hoy que tu Solemnidad brilla más que el sol, y que el Pangue Lingua se precipita por los labios de los creyentes, me vas a permitir que desabroche mi corazón y te recuerde quien soy. Yo soy esa simple mirada que se pierde entre miserias e impotencias, que mastica tu nombre sobre el vano húmedo de la incertidumbre, el que sólo viene a arrodillarse ante tu presencia cuando la soga de la vida aprieta, ahoga y apenas me deja respirar.   Yo soy un olvido de tierra, una huella perdida en un atardecer de estrellas, un búcaro de mentiras y moratones que hilvana sonrisas de palabras y persigue sueños de barro. Yo soy una verdad a medias, el eco de un vuelo rasante, una voz sin altavoz por ser fiel a la única verdad que conoce: la de una conciencia tranquila.    Yo soy el que camina por el alambre de la vida, entre sonetos de amor y canciones de otros mientras los recuerdos juegan en la orilla de mis nostalgias. Yo soy un grito que grita Tu grandeza por los callejones

Sigue latiendo..

Sigue latiendo, por favor. Te pido que sigas latiendo. Aunque estés a cientos de kilómetros de mí, de tu tierra, de tus cielos. Tienes que seguir latiendo. Hace unos días leí la reflexión que escribiste ahora que eres casi un cuarentón, y me vas a permitir que mis palabras te contesten. Estás equivocado amigo, pero muy equivocado al sentir que tu vida es un fracaso, porque la vida es para los valientes, para los que lloran en público, para los que se lamen las cicatrices con una sonrisa como la tuya. Me duele que pienses que nos has fallado cuando lo único que has hecho es apostar por ti cuando nadie lo hacía, enfundado en un chándal y haciéndote mayor justo ahora que la barba comienza a sentarte bien.    La vida es un camino que hay que recorrer con la mirada limpia, la mochila a medio cerrar y un monopatín como única arma de defensa y libertad. La vida es caerse, y es levantarse. Es sacudirse el polvo de las rodillas. Es sentir la soledad de un amor no corre