Y lo hace poco a poco. Despacito. Con parsimonia.
Disfrutando de su agonía al sentir cómo por su cuello se va enredando la soga
de su muerte anunciada.
Y
digo disfrutando porque aquí nadie hace nada. Aquí no pasa nada. Aquí no nos
duele nada.
Pero
a este junta letras de Torresoto le duele su tierra. Y bastante. Y me enrabio
al pensar que nadie pone pie sobre pared para calmar mi pena, mi desazón y mi
tristeza al ver cómo se nos está yendo la vida.
Tristeza
que me persigue al pasear por mis calles cuando la luna asoma en la noche,
reinando sólo su reflejo por las esquinas donde el miedo este verano está
haciendo de las suyas.
Esta
vez les ha tocado el turno a los bares y a sus terrazas veraniegas, y al ruido
molesto que provocan que los vecinos colindantes no puedan conciliar el sueño.
Ahora
saldrán los que regentan nuestros hilos y alguna que otra asociación diciendo
que pronto se llegará a un acuerdo, pero poner “toque de queda” al centro en estos meses calurosos donde la vida
pide hacerse por la noche es dejar que humedezca en sus entrañas la soledad y
el sinsentido.
Amén
de aumentar las listas del paro, fomentar una imagen deplorable y funesta, y
regalarles a los valientes guiris que nos visitan un motivo más que evidente
para que no vuelvan el año que viene por nuestras fronteras.
Pero
bueno, ustedes seguid llevando a pleno gilipolleces y debatiendo sobre la
poltrona del “y tú más” que en las
próximas elecciones os voy a dar mi voto en una terracita del centro, con la
persiana del local echada para no molestar así a ningún vecino y viendo cómo
una vez más el egoísmo de vuestras siglas están por encima de nuestros
intereses.
Y
os aseguro que ese voto sí que irá desangrado.
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