Qué curioso resulta saber que, al cerrarse la puerta
de tu casa, justo cuando las velas de cera silencian sus llamas y se dibujan
con tiza blanca los aromas de las sombras, tu Hijo, ese manantial enterrado en
maderas y clavos se despierta del sueño eterno y por tus mejillas comienzan a
sangrar lágrimas de esperanzas.
Es
algo que sucede cuando nadie os ve, cuando la noche cabalga a lomos de la luna,
cuando os sentáis los dos en un frío banco de San Juan de los Caballeros y un
vaso de leche es testigo de ese amor que por nosotros os hizo y os hace sufrir,
perpetuamente, por los pasillos del tiempo.
Siempre
he sentido esto que ahora te cuento cuando pronuncio tu nombre, Virgen de las
Lágrimas, y esas silabas tienen eco de llanto, cobijo de llanto y sabor a
llanto.
Llanto
amargo. Llanto ácido. Llanto incontrolado.
Llanto
agrio. Llanto roto. Llanto fracturado.
Llanto
triste. Llanto de tormentas. Llanto inacabado.
Un
llanto de esos que uno busca entre prisas y no encuentra para resurgir de sus
cenizas, para espantar escalofríos, para rasgar vestiduras de miedos.
Un
llanto cosido a fuego lento sobre las llamas de la piel, en las vueltas y
revueltas de la vida, en las cocinas de los sin por qué.
Un
llanto alojado en las esquinas de las dolencias, en los altillos de los horizontes
quebrados, en las quimeras de lo que pudo ser… y el verbo ser se vistió de
pasados e imposibles.
Es
curioso saber que nuestras lágrimas de barro se secan. Bien con el aire. Bien
con un pañuelo de tela… pero las tuyas, las tuyas horadan tu rostro de
nácar entre esos párpados caídos, entre esos labios agrietados, entre ese
quiero y no puedo… y se clavan en mi mirada, en mis entrañas, en el esternón de
la pena cuando uno se acerca a verte.
Son
segundos en los que las pupilas de uno caminan entre cristales desordenados.
Y
al separarse uno de Ti, el abismo recorre las palabras, el cielo se encapota de
suspiros, el aire tañe una campana con sonidos a muerte, a locura, a desesperación...
Qué curioso resulta que lleves toda
una vida llorándole al que fue, es y será toda Vida.
Qué
curioso resulta que tus lagrimas sean para muchos de nosotros un alivio, un bálsamo, una cicatriz cerrándose despacio, sin prisas.
Qué curioso resulta que tus Lágrimas se envuelvan bajo las llamas de la Esperanza.
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